El consumo de energía por parte del ser humano ha estado íntimamente ligado a su desarrollo evolutivo desde su vida primitiva hasta el desarrollo de la convivencia en sociedad. Inicialmente, en su etapa como recolector, requería consumir cerca de unas 2500 kilocalorías; hoy en día, en su vida llena de múltiples interrelaciones consume 680 millones de veces más de lo que necesita para vivir.
Este increíble avance alcanzado por nuestra sociedad se ha basado en el desarrollo de la generación de energía proveniente de la transformación de combustibles fósiles (gas, petróleo, carbón), altamente productores de CO₂, y por tanto responsables del Calentamiento Global, afectando apreciablemente nuestro propio ambiente, la Tierra.
La Asociación Internacional de Energías Renovables (IRENA), en el resumen ejecutivo del Informe sobre la transformación energética global (Noviembre 2019), plantea que un desarrollo energético más limpio y favorable a la protección del clima es una necesidad para combatir el cambio climático. Éste debe basarse en la adopción de medidas más ambiciosas, pero viables, en el ámbito de las energías renovables y en la mejora de la eficiencia energética.
Con el desarrollo acelerado de las energías renovables, la electrificación exhaustiva y el aumento de la eficiencia energética, se puede obtener más del 90% de la reducción de las emisiones de dióxido de carbono (CO₂) relacionadas con la energía que será necesaria hacia 2050 para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París, que contempla evitar que el incremento de la temperatura media global del planeta supere 2ºC sobre los niveles que existían antes de la industrialización, y busca, además, promover esfuerzos adicionales que hagan posible que el calentamiento global no supere los 1,5º C.
De todas las opciones de tecnologías bajas en producción de CO₂, solo la implantación acelerada de la energía solar fotovoltaica (FV) puede conseguir importantes reducciones de las emisiones de CO₂, las cuales en 2050 se estiman logren ser del orden de 4,9 giga toneladas de dióxido de carbono (Gt CO₂), lo que representa el 21% del potencial total de mitigación de las emisiones en el sector energético.
El impacto del COVID-19
El COVID-19 nos ha dado una lección sobre el impacto que las actividades del ser humano tienen sobre el cambio climático. De acuerdo con estudios realizados por la Agencia Internacional de la Energía (IEA) la disminución del ritmo de la actividad económica, consecuencia de las medidas para combatir la pandemia, contrajo la demanda de energía y, como consecuencia, se produjo una reducción significativa de las emisiones de CO₂.
Las restricciones de movilidad en los vehículos, buques y aeronaves supusieron una disminución media de alrededor del 10% del consumo de petróleo global. Los datos que se han ido midiendo y calculando señalan que para este 2020 las restricciones de la vida social y económica durante la pandemia conducirán a una reducción de las emisiones de CO₂ del 8%, (Remote Sens. 2020).
Este resultado no ha sido suficiente para impactar el contenido global de CO₂ en el mundo, pero indica que el cambio tecnológico debería ser complementado con una nueva forma de ver nuestra organización social y desarrollo mundial. A pesar de esto se han observado mejoras en las condiciones ambientales (por ejemplo en Venecia regresaron los peces y el agua se ha limpiado), ver gráfico 2.
El cambio tecnológico requerido para el desarrollo acelerado de las energías renovables debe estar apuntalado en el mejoramiento de la confiabilidad de los sistemas de generación de los sistemas renovables. Esto será un logro del desarrollo de la tecnología del uso de baterías de almacenamiento masivo de energía de menor costo.
Renovables y almacenamiento son las claves del modelo energético que pudiera llevarnos a la descarbonización (economía basada en generación de energía con mínima producción de CO₂), porque el almacenamiento nos permitirá integrar de manera efectiva las altas capacidades de energía solar y eólica con la confiabilidad requerida en el sistema de potencia.
Hay dos ejemplos en operación dignos de resaltar:
- La planta híbrida de Acciona con almacenamiento en baterías en un parque eólico, ubicada en Barásoain (Navarra, España). La capacidad del aerogenerador es de 3 MW.
- La mega batería de Tesla en Australia, con rentabilidad récord. Fue instalada en 2018 en el sur de ese país, destinando 66 millones de dólares para su construcción; un año después, se ha amortizado un tercio de su valor. Es decir, en tres años estará completamente pagada la inversión. La capacidad de la planta es de 150 MW.
Este resultado muestra que las energías renovables junto con el almacenamiento, sí podrían dar la respuesta a la descarbonización total y lograr la sostenibilidad del desarrollo mundial, pero se requiere mucho más. Esto solo será posible con la mitigación de las barreras que existen actualmente en distintos ámbitos (normativo, de mercado y económico, tecnológico, reglamentario, político y social).
Esta mitigación inmediata de las barreras existentes, a través de una serie de políticas de apoyo y medidas de ejecución —como modelos de negocio innovadores e instrumentos financieros— resulta decisiva para impulsar el desarrollo de la capacidad solar FV.
Y&V asume este reto a través de dos acciones. La primera de ellas se basa en lo interno del desarrollo de nuestras actividades de Ingeniería, Procura y Construcción, haciendo seguimiento de la huella de carbono de nuestra actividad ejecutando proyectos respetuosos con el medio ambiente y optimizando el uso de los recursos. La segunda acción está centrada en la promoción y participación en proyectos generación de electricidad proveniente de fuentes renovables, motivando una conciencia hacia la sostenibilidad y haciendo un uso eficiente de la energía, promoviendo proyectos de ahorro energéticos y uso eficiente de los combustibles fósiles.